El impactante ataque con drones de esta semana, por parte de Ucrania, contra la flota de bombarderos estratégicos de Rusia, ha hecho que algunos generales y analistas consideren las amenazas a los valiosos aviones estadounidenses ubicados en bases nacionales y en el extranjero. Y la situación es preocupante.
“Es un momento que deja mucho qué pensar y que causa sorpresa”, dijo el general David Allvin, jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, en una conferencia de defensa en Washington el martes, y agregó que Estados Unidos es vulnerable a ataques similares.
Thomas Shugart, investigador principal adjunto del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense (CNAS, por sus siglas en inglés) le dijo a CNN que: “No hay santuario, ni siquiera en el territorio de Estados Unidos, especialmente teniendo en cuenta que nuestras bases están esencialmente sin fortalecer”.
Por “sin fortalecer”, Shugart quiere decir que no hay suficientes refugios en los que se puedan guardar los aviones de combate estadounidenses que sean lo suficientemente resistentes como para protegerlos de los ataques aéreos, ya sea de drones o misiles.
Funcionarios militares ucranianos dijeron que 41 aviones rusos fueron alcanzados en los ataques del domingo pasado, incluidos bombarderos estratégicos y aviones de vigilancia, y añadieron que algunos fueron destruidos y otros resultaron dañados.
Análisis posteriores muestran que al menos 12 aviones fueron destruidos o dañados, y las revisiones de las imágenes satelitales continúan.
Según fuentes ucranianas, la operación utilizó drones introducidos de contrabando en el territorio ruso, ocultos en casas móviles de madera montadas en camiones y trasladados hasta llegar cerca de cuatro bases aéreas rusas.
Una vez cerca de las bases, los techos de las casas móviles se abrieron de forma remota y los drones se desplegaron para lanzar sus ataques.
Los aviones rusos estaban al descubierto en las pistas de las bases, al igual que están los aviones de combate estadounidenses tanto en las instalaciones nacionales como en las extranjeras.
“Somos bastante vulnerables”, le dijo el general retirado del Ejército estadounidense Stanley McChrystal a Anderson Cooper de CNN el martes.
“Tenemos muchos activos muy valiosos que a su vez son extraordinariamente caros”, añadió McChrystal.
Los ucranianos dijeron que sus ataques destruyeron aviones rusos por un valor de US$ 7.000 millones. En comparación, un solo bombardero B-2 de la Fuerza Aérea de EE.UU. cuesta US$ 2.000 millones. Y Estados Unidos solo tiene 20 de ellos.
En enero, Shugart fue coautor de un informe para el Instituto Hudson que destacaba la amenaza que China representa para las instalaciones militares estadounidenses en caso de cualquier conflicto entre las superpotencias.
Shugart y su coautor Timothy Walton escribieron en el informe que: “Las fuerzas de ataque del Ejército Popular de Liberación de China (EPL) que consta de aviones, lanzadores de misiles terrestres, buques de superficie y submarinos; así como sus fuerzas especiales, pueden atacar aviones estadounidenses y sus sistemas de apoyo en aeródromos de todo el mundo, incluso en Estados Unidos continental”.

Las simulaciones y los análisis de los simulacros de guerra muestran que “la abrumadora mayoría de las pérdidas de aviones estadounidenses probablemente ocurrirían en tierra en los aeródromos (y que las pérdidas podrían ser perniciosas)”, escribieron Shugart y Walton.
Un informe de la revista Air and Space Forces del año pasado señaló que la Base de la Fuerza Aérea Anderson en la isla de Guam, en el Pacífico, no tiene refugios reforzados. Aún quizás siendo la instalación aérea más importante de EE.UU. en el Pacífico y que ha albergado rotaciones de los bombarderos B-2 de US$ 2.000 millones, así como de los bombarderos B-1 y B-52.
Allvin, el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, reconoció el problema el martes.
“En este momento, no creo que sea una situación en la que quisiéramos estar”, dijo Allvin en una conferencia de la CNAS.
McChrystal dijo que Estados Unidos debe analizar cómo protege sus bases y los aviones que están en ellas, pero también cómo monitorea las áreas alrededor de esas instalaciones.
“Eso amplía el espectro de las amenazas con las que hay que lidiar”, dijo McChrystal.
El costo de ‘jugar a la defensiva’
Pero todo eso cuesta dinero, y Allvin dijo que eso le presenta a Estados Unidos un dilema presupuestario.
¿Cuál es la solución: gastar dinero en refugios reforzados y en maneras de evitar que los drones y los misiles ataquen las bases estadounidenses, o utilizar más recursos en armas ofensivas que trasladan la lucha a donde se encuentra el enemigo?
“Si todo lo que estamos haciendo es jugar a la defensiva y no podemos contratacar, entonces ese no es un buen uso de nuestro dinero”, dijo Allvin en la conferencia de CNAS.
“Siempre hemos sabido que fortalecer nuestras bases es algo que necesitamos hacer”, añadió Allvin, pero se ha dado prioridad presupuestaria a otros temas.
Los refugios aéreos fortificados no son llamativos y es poco probable que generen los titulares que generan otros proyectos de defensa, incluidos aviones como los nuevos bombarderos B-21. Se espera que cada uno cueste alrededor de US$ 700 millones.
Y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo recientemente que la Fuerza Aérea construirá un nuevo caza furtivo, el F-47, con un costo inicial de US$ 300 millones por avión.
“El F-47 es un avión increíble, pero va a ser destruido en tierra si no lo protegemos”, dijo Allvin.
Por otro lado, un refugio reforzado cuesta alrededor de US$ 30 millones, según Shugart y Walton.

El mes pasado, Trump reveló otra forma de defensa aérea para el territorio continental de Estados Unidos, el escudo antimisiles Domo de Oro, que se espera que cueste al menos US$ 175.000 millones.
A pesar de su enorme precio, está diseñado para contrarrestar amenazas de largo alcance, como son los misiles balísticos intercontinentales disparados desde otro hemisferio.
La inmensidad vista como debilidad
En el caso de Rusia, la inmensidad de su territorio fue vista como una fortaleza en su guerra contra Ucrania. Una de las bases aéreas atacadas en la Operación “Telaraña” de Ucrania estaba más cerca de Tokio que de Kyiv.
Pero ahora el tamaño de Rusia es una debilidad, escribe David Kirichenko en el blog Ukraine Watch del Atlantic Council.
Cada paso fronterizo puede ser un punto de infiltración; cada contenedor de carga en cada carretera o línea ferroviaria debe ser tratado con sospecha.
“Esto es una pesadilla logística”, dijo Kirichenko.
Y existe una analogía directa con Estados Unidos.
Las bases de bombarderos de la Fuerza Aérea de EE.UU. suelen estar en el interior del país, pero son accesibles para vehículos grandes y pequeños.

Por ejemplo, los 20 bombarderos B-2 están apostados en la Base de la Fuerza Aérea Whiteman en Missouri. La base está a unos 965 km de la costa más cercana, el Golfo de México, pero a solo unos 40 km al sur de la autopista Interestatal 70, una de las principales arterias de tráfico este-oeste de EE.UU. y por donde transitan miles de vehículos comerciales a diario.
La Base de la Fuerza Aérea Dyess en Texas, una de las bases donde están los bombarderos estadounidenses B-1, se encuentra justo al sur de otra importante arteria comercial este-oeste, la Interestatal 20.
“Piensen en todos los contenedores que cruzan, y las entradas ilegales que suceden a través de nuestras fronteras”, dijo Carl Schuster, exdirector de operaciones del Centro de Inteligencia Conjunta del Comando del Pacífico de Estados Unidos.
“Esa conexión generará alarma en algunos círculos estadounidenses”, añadió.
Por otro lado, en el Pacífico, incluso contar con una mejor potencia estadounidense de fuego ofensivo, como le gustaría tener al general Allvin, podría no ser suficiente en caso de un conflicto con China.
Según el informe del Instituto Hudson esto se debe a que el EPL ha hecho un esfuerzo concertado para proteger sus aviones durante la inmensa acumulación de activos militares durante el liderazgo de Xi Jinping.
China tiene más de 650 refugios aéreos reforzados en aeródromos a menos de 1.850 kilómetros del estrecho de Taiwán, según el informe.
Pero Shugart y Walton argumentan que la mejor jugada que podría hacer Washington sería hacer que Beijing construyera más, y lo lograría, si Estados Unidos mejorara las capacidades de ataque que tiene en Asia.
“En respuesta… es probable que el EPL continúe gastando fondos en costosas medidas adicionales de defensa pasiva y activa y, a su vez, tendría menos fondos que dedicar a inversiones alternativas, incluidas las capacidades de ataque y otras capacidades de proyección de poder armado”, dijeron.